No me canso de leer tus palabras
que me lanzas como flores de espliego.
Me reconforto en tu amargura porque ríes
con las mismas cosas que me río yo.
Te pierdes en los mismos recovecos laberínticos de mi extravío,
y dispersas mis tinieblas con tu sonrisa
cuando me siento encharcada en la pesadumbre.
Quisiera ser entonces una vena de tu rostro y habitar en ti.
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