Cercenado el sentido del asombro
vago los caminos ya desiertos
al acecho impostergable de ese algo
lucífero, execrable o desquiciante,
que obligue a la sangre aletargada
al mecanismo de ebullir y no pudrirse.
El amor es una flor
tránsfuga y sésil,
la esperanza una barca traicionera
la soledad un perro amarillo,
hambriento y callejero,
muriéndose de frío.
Y yo me diluyo convertida
en esto que percibes
tras las inacabadas cuencas de mis ojos.
Soy sólo la mirada infértil
de un corrupto cadáver insepulto.
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